TIRO POLICIAL

(NOTA: Este artículo fue publicado originalmente en el diario venezolano ÚLTIMAS NOTICIAS, como parte de la columna semanal del autor, denominada SEGURIDAD POR LA IZQUIERDA)

Uno de los aspectos que integran el denominado “Espectro continuo del uso progresivo y diferenciado de fuerza policial”, de mayor delicadeza en el campo de la formación y el trabajo de las policías, es el referido a la utilización de fuerza potencialmente mortal. En términos coloquiales, nos referimos al uso de armas de fuego en la labor policial, cuando los criterios indispensables e insustituibles de necesidad, proporcionalidad y oportunidad así lo exigen, para la defensa de la propia vida o la de terceras personas.
Durante muchos años escuché a mis estudiantes en los cursos de derechos humanos facilitados a diversas instituciones policiales de Venezuela, hablar sobre la insuficiente formación que recibían en el uso de armas de fuego. Hoy en día, esa situación no ha variado mucho. En casi todos los casos a la deficiente formación teórica (muy marcada por estilos de tiro no policial) se sumaba la casi nula práctica de tiro, lo que aumenta potencialmente las posibilidades que cualquier policía (y por supuesto, cualquier ciudadano o ciudadana) pueda ser víctima de esa falta de preparación para utilizar adecuadamente el armamento.
Sobran casos y referencias a muertes producidas en enfrentamientos entre delincuentes y fuerzas policiales donde se producen víctimas civiles inocentes por el uso indebido del armamento por parte del personal policial (disparos a mansalva, disparos en ráfaga, disparos desde posiciones comprometidas, etc.), así como lesiones o muertes entre los propios policías por imprudencias en la manipulación del arma. Las y los estudiantes de algunas academias policiales así como oficiales con muchos años en ejercicio acusan el limitado entrenamiento en esta materia: “yo disparé una sola vez en la academia”, “sólo vimos al instructor hacerlo explicándonos cómo era disparar”, “sólo disparamos cinco cartuchos una vez”, “disparamos muy poco porque nos decían que los cartuchos eran muy caros y no había”, “desde que salí de la academia nunca más volví a practicar”, “los cartuchos para el arma los tengo que pagar de mi bolsillo”.
Hasta no hace mucho, la instrucción que recibían los aspirantes a policía solía estar marcada por el enfoque de tiro deportivo o tiro militar que enseñan la mayoría de los instructores en la materia, cuando precisamente lo que debe saber un policía es utilizar el armamento con criterios propios de su labor policial. Esto lo fue subsanando la Universidad Nacional Experimental de la Seguridad (UNES) al incorporar este componente en la formación básica policial y dedicar una inversión importante para garantizar las prácticas correspondientes del estudiantado. Los especialistas en la materia destacan la importancia de la formación táctica y la preparación sicológica en el uso de armas de fuego como las dos variables esenciales que se complementan con las destrezas de tiro (y no al revés como suele ocurrir en la práctica). Recordando además que toda ocasión extrema que conlleve a utilizar el arma de fuego, como último recurso, se enmarca siempre en una situación de estrés de supervivencia por parte del funcionario o funcionaria. Invertir recursos materiales, talento humano y tiempo útil en la formación relacionada con este tema debe ser tarea prioritaria tanto en la UNES, como en los más de 140 cuerpos policiales que existen en nuestro país.
Pablo Fernández Blanco
pabloefb@yahoo.com