ESCUCHAR LA CALLE

(NOTA: Este artículo fue publicado originalmente en el diario venezolano ULTIMAS NOTICIAS, como parte de la columna semanal del autor, denominada SEGURIDAD POR LA IZQUIERDA)

Pablo Fernández Blanco
Un buen servicio de vigilancia y patrullaje requiere el manejo de información oportuna, confiable y validada, que permita orientar la acción policial de manera acertada, tomando en cuenta las condiciones del sector a atender, las situaciones de conflictividad o las características del delito en el área de despliegue, así como los recursos disponibles para hacerlo.
Las fuentes de información con que cuenta la policía son variadas. Por ello, una de las tareas de la supervisión policial inteligente es reunir, sistematizar, ordenar, analizar la información que le tribute la población o las unidades de trabajo policial. Esa información debe ser aportada a la supervisión general o a la coordinación de los servicios, para la toma de decisiones.
La información necesaria para optimizar el trabajo policial se pueda clasificar en tres grandes grupos:
1. Información sociodemográfica del sector (número de habitantes, densidad poblacional, características etarias de la población, sectores urbanos o no, fuentes de trabajo, servicios públicos, etc.). Para esto, la información que aporte el Instituto Nacional de Estadística (INE), alcaldías y gobernaciones es muy importante.
2. Información sobre accesibilidad y georreferenciación del delito en el sector. Esta labor la produce la propia policía. Es importante recordar que la sectorización para el trabajo policial no se corresponde necesariamente a la división político territorial de los estados, municipios o parroquias. Es un mapeo diferente que se hace desde la visión del trabajo policial.
3. Información proveniente de fuentes primarias comunitarias y ciudadanas. Esta información es muy valiosa, sea estructurada o no; parte de la cotidianidad que vive la gente y en muchos casos puede orientar acertadamente hacia la realización de exitosos procedimientos contra la delincuencia.
Este ejercicio de “escuchar la calle” es fundamental para brindar un mejor servicio a la población. Por eso se hace tanta insistencia desde la formación policial en el desarrollo de las capacidades comunicativas de los y las policías, para que sepan escuchar a las personas, identificar sus necesidades e inquietudes, siendo receptivos a sus propuestas y preocupaciones. Por ello, la libreta y el bolígrafo son herramientas de trabajo elementales que no deben ser desestimadas en la dotación básica policial. De igual modo, el medio de transporte (sea vehículo, moto o bicicleta) no deben ser un obstáculo para la comunicación directa y próxima con la ciudadanía.
La comunicación implica una relación que se basa en la generación de confianza y la confidencialidad para preservar la seguridad de las personas. La población, antes que un mero informante, es la destinataria del servicio que presta la policía y por ende debe sentirse realmente protegida. Una tarea impostergable entonces, en todo cuerpo policial, es garantizar que esa confiabilidad no se vea amenaza por la conducta impropia de determinados funcionarios policiales corrompidos, los cuales en lugar de procesar la información recibida de la gente, advierten a los denunciados y ponen en evidencia a los denunciantes.
Finalmente, es importante un uso oportuno y adecuado de la tecnología para fortalecer esas redes de información primaria. Mensajería de texto, correos, redes sociales, deben facilitar la comunicación pueblo – policías. Pero la tecnología no sirve de nada si no hay respuesta y seguimiento a las situaciones reportadas. Debe existir por tanto personal responsable del monitoreo de las cuentas de correo, Twitter, teléfonos, etc. De lo contrario, por la ausencia de respuesta la confianza de la población se verá mermada.